domingo, 13 de abril de 2008

El Señor Avión - Desunidas Naciones

ninos Africa

Yo estuve una vez en África, es más, creo que nunca salí de allí.

Recuerdo que pasaban aviones muy grandes, del cual caían medicinas extrañas y un poco de comida. Yo trataba de correrlos para decirles lo que había pasado pero evidentemente eran más rápidos que yo.
Mi familia se alegraba que hubieren caído estas cosas y yo, por el contrario, no me parecía justo. De todas maneras mi padre me decía: “…Amobbí, ve y recoge lo que estos señores del cielo nos han regalado…” Mi confusión ahora era más grande.
Yo suelo regalarle cosas que hago a mis hermanos, a mis amigos; ¡nunca pensé que un avión tuviese la posibilidad de regalar también! ¡Que gran persona resultó ser este señor Avión!
Entusiasmado por lo que había pasado se lo conté a todos mis amigos, los reuní debajo de un árbol donde solemos rezar y les dije: “¡…Chicos…! ¡No van a creer lo que vi! ¡Hay un avión que es tan generoso que nos regala cosas! Ellos me miraban con una mezcla de asombro y descreimiento. Evidentemente, (les decía), ahora sí vamos a poder curarnos y comer bien… A mí siempre me pareció que los seres humanos se ayudaban entre sí, pero este Señor Avión ¡parece ser más generoso!
Volvimos al pueblo muy contentos, ya que mi relato los alegró mucho, sobretodo pensando en sus familias.

Uno de mis hermanos ayudaba a mi madre a cocinar algo de estas cosas que se habían caído, debo ser honesto y decir que no se parecía en nada a lo que habitualmente solemos comer; una de ellas era una pasta atrapada por un metal que no sabíamos como abrirlo, lo otro una especie de pequeñas flechas amarillas recubiertas por un cuero que hacía ruido… lo raro de éste cuero es que se podía ver a través… Yo seguía pensando en ese avión tan generoso que regala cosas.
Sin saber muy bien como cocinar estos alimentos de formas y olores raros, todos dimos nuestra opinión y concluimos que ya era hora de comerlos.
¡Entonces a comer! Me dije yo, apresurado porque todavía teníamos que agradecer. Aprendimos todos una oración que nos enseñaron unos señores muy muy blancos que hablaban raro, tenían ropas muy distintas a las nuestras y siempre se paseaban con un librito negro. Decían que ese librito era mágico; a mí me dejaron uno pero nunca pude hacer nada con él… se ve que no debo ser tan bueno como ellos para hacer su magia. Entonces mi hermana mayor comenzó a recitar lo que estos señores le habían enseñado:

“…Señor, gracias por estos alimentos que vamos a recibir, te damos gracias Señor…”

¡Y ahí lo entendí! ¡Es el Señor Avión!
Retomé ese librito negro ya sabiendo a Que señor se refería, porque lo nombran muchas veces. Señor esto, Señor aquello… lo raro es que el dibujito de la tapa son dos palitos cruzados, uno más largo que otro… no se parece tanto a un avión, me dije yo… pero quizás estos buenos señores no saben dibujar muy bien, hay que entenderlos.
También noté que son muchos amigos que se cuentan cosas, de nombres raros que dicen haber hecho “milagros”, aunque nunca entendí que significa.
¡Habiéndome distraído pensando estas cosas me olvidé de la comida! ¿Será que este librito realmente hace magia?
El único que no comió fue mi abuelo. En cuanto vio ese tipo de comida salió corriendo gritando que había un demonio. Yo estaba cada vez más confundido… ¿Cómo puede haber un demonio dentro de la comida que tan generosamente el señor Avión nos regaló? Nos dijo a todos que si comíamos eso, todos nuestro panteón se iba a enojar y mucho.
Traté de leer lo más rápido posible en el librito negro a ver si hablaba de comida diabólica pero no encontré nada. Hablaban solamente de un pan.
Entonces, como el Señor Avión me permitía comerlo, lo comí; sin hacer caso a mi abuelo.
Ahora recuerdo que estos señores que nos regalaron el librito nos advirtieron que nuestro abuelo tenía una enfermedad que no sé como se llama pero que todo lo que decía era producto del diablo. Deben tener razón, porque qué puede haber de malo en una comida y menos cuando nos ha sido regalada.

Para nuestro asombró, mi madre se sintió enferma. Mi abuelo rápidamente se ofreció a curarla como siempre nos curamos, con plantas y preparados que él mismo hace.
Mi padre corrió presuroso hacia las cosas que el Señor Avión nos había regalado y encontró unas cositas redondas, de color amarillento que indicaban claramente que curaban mejor que cualquier otra cosa. ¡Entonces ni pensarlo! Dijo mi padre, “¡…Voy a darle estas medicinas que realmente curan y no como las suyas, viejo diabólico…! Así fue entonces que mi padre le dio de tomar esas medicinas, claramente mejores que las de mi abuelo porque lo decía un papel; un tal Señor “Rouch”.

Pasaron varios días y noches pero mi madre no mejoraba, sino que empeoraba. Todos sabíamos que esa era la mala influencia de mi abuelo que se hacía llamar “brujo” y que estos amables señores nos dijeron que eso está muy mal. Que si ella rezaba y tenía el librito mágico más la ayuda del Señor “Rouch” todo iba a estar bien. Cada vez estaba más convencido de ese dibujito con dos palitos cruzados.
Entrada la noche y sin que nadie se diera cuenta, al pié de la cama de mi madre yo rezaba: “… Señor Avión, te pido por favor que ayudes a mi madre, no quiero abusar de tu generosidad pero yo la amo mucho…”
Sentí un gran alivio, tal cual me lo decían los señores del librito mágico. Siempre decían: “…El que busque al Señor, será salvado…” ¡Y cuanta razón deben tener acerca de este Señor Avión!

La situación no mejoraba, mi padre cada vez más peleaba con mi abuelo quien quería interceder para ayudar a mi madre diciendo todavía que ¡estaba endemoniada! Por favor, que falta de respeto a esta gente que nos ayudó; ¡Como creer que una planta va a ser mejor que el buen Señor Rouch!
Nos encargamos toda la familia de sacar a todos nuestros vecinos que coincidían con el relato de mi abuelo ¿Acaso están todos endemoniados?
Evidentemente sí, porque yo sé que ellos no tienen el librito negro con los palitos cruzados.

Mi madre finalmente murió, fue muy doloroso pero no me preocupe, porque vino mi padre y nos dijo a todos:

“…Hijos, para vuestra madre el plan era éste; todos tenemos una meta que cumplir en la vida y la de su madre llegó a su fin.
Esa es la voluntad del SEÑOR.

¡Mi sensación de alivio fue tan grande! El señor Rouch y estos seres humanos maravillosos se encargaron de que mi madre fuese testigo de alguien que todo lo sabe y todo lo conoce… ¡EL SEÑOR AVIÓN!

Derry.-


5 comentarios:

Jonás dijo...

Querido amigo, saludo el emprendimiento, e incluso no puedo evitar el pasmo ante este derroche de voluntades que, al medirlo con mi desidia, se me torna múltiplemente vigoroso.
Brindemosssss
Jonás

Chica Púrpura dijo...

Muy bueno Derry. Se me puso la piel de gallina con todo esto.

Anónimo dijo...

Amen señor avioN!


grande tio :)

muy entretenido :)

Anónimo dijo...

…Sensible me creí capaz de aliviarte las heridas; luego con tu feroz indiferencia lastimaste mis sentimientos más recónditos.
Aun estremecida te digo gracias, por no permitir que tropezara con las almendras del camino desafortunado…
Y así, desandando la vía, retorne frágil, a los brazos de la soledad quien devastadora me rodeo y me abrumo, arrastrándome hacia un barranco. Desde él hoy solo deseo escapar en busca del descanso, de la paz…

Anónimo dijo...
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